Maggie Alarcón

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Mi nieto en la protesta de los Trece

In Cuban 5, History on March 4, 2014 at 11:55 am

Ricardo Alarcón de Quesada

25 de febrero de 2014

Nos pasamos buena parte de la tarde mirando a los gorriones y hablando de la Neocolonia. ¿Cómo vivían entonces los jóvenes, cómo eran? Hacía un alto en su juego para interrogarme una y otra vez ¿Dónde tú estabas, qué hacías, cuándo conociste a Fidel?

Es mi nieto que quiere descubrir cómo era Cuba cuando su abuelo tenía su edad. Traté de explicarle lo que había sido el batistato respondiendo siempre a sus preguntas. Creí notar cierta frustración cuando le dije que el régimen de Machado había terminado cuando yo aun no había nacido. Algo conversamos sobre la imborrable frase de Villena mientras el último zunzún se perdía entre las ramas y entramos a la casa.

Al día siguiente asistí a “Un paseo por la Historia” en la Escuela Primaria UIE. Fue un acto hermoso de esos que dan veracidad al vocablo “participación” más allá de toda retórica. Participaron todos los niños y las niñas, desde los de preescolar hasta el sexto grado y también los maestros y las maestras (ellas, por supuesto, eran mayoría) y no faltaron tampoco los familiares ni los vecinos. El edificio de la Escuela sirvió como “camerino” para los “artistas” y para alojar al público en su exterior.

Los alumnos con sus maestros se hicieron dueños de la calle. Por allí desfilaron aborígenes y esclavos, mambises y rebeldes y también sus antagonistas, desde el “descubrimiento” hasta la heroica hazaña de los Cinco. Vi a mi nieto, junto a los otros doce “protestantes” y luego proclamando “Asno con garras” y desafiando en la calle a la “porra machadista”.

Fue una suerte de “teatro pobre” sin grandes recursos materiales. Todo lo necesario lo aportaron los niños, sus familiares y maestros. Fue sobre todo, una obra de amor y una prueba de la enorme fuerza moral que sigue animando a incontables educadores anónimos capaces de mantener viva la herencia de Luz, Varela y Martí y de tantos otros de nombre desconocido que, a lo largo de los tiempos, han sabido alimentar el patriotismo y sembrar valores en los más pequeños. Algunos de los presentes lamentaron que en el lugar no estuvieran representantes de la prensa y alguien incluso me pidió que hiciera esta nota para Cubarte.

A este lugar concurrí muchas veces hace más de medio siglo, con compañeros de la FEU y miembros de la Unión Internacional de Estudiantes, guiados por Ernesto Guevara, a hacer trabajo voluntario en la construcción de un edificio donde hoy se palpa la presencia del Che, su espíritu revolucionario, su auténtico magisterio fundado siempre en el ejemplo.

Concluido el acto pasamos al interior de la Escuela y me topé con un camarada de juventud. Varias fotos suyas acompañan un texto que resume la existencia de José Ramón Rodríguez López a quien solíamos llamar Ramoncito aunque su cuerpo estaba forjado en la práctica sistemática del ejercicio físico y el deporte. Nació y se crió en el Vedado. Y también en el Vedado, no lejos de esta Escuela que lo recuerda fue asesinado cobardemente por la policía batistiana. Ramoncito no tenía aun veinte años de edad. Si no lo hubiesen matado aquel día de un agosto ya lejano seguramente él habría disfrutado, también con su nieto, el pasado viernes, de un inolvidable paseo por nuestra historia.

Pero ¿quién dice que él no estuvo allí? José Ramón, el Che y muchos otros, volvieron a la vida aquella mañana de la mano de las niñas y los niños y con ellos cantaron, danzaron y rieron. Porque como está escrito en un muro de la Escuela los niños son los que saben querer, y el amor siempre vencerá a la muerte.