Maggie Alarcón

Posts Tagged ‘Justicia Social’

Una isla a la deriva

In Human Rights/Derechos Humanos, Politics, Politics, Puerto Rico, US on January 26, 2018 at 4:21 pm

barco-a-la-deriva

Especial para Punto Final

 Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

Con este título publicó Juan Bosch en 1944 un artículo en solidaridad con la lucha por la independencia de Puerto Rico. Fue uno de los incontables trabajos periodísticos, políticos y literarios que el gran escritor dominicano produjo durante su prolongado exilio habanero, varios de los cuales dedicó a la causa de la isla hermana.

Pese al tiempo transcurrido, casi ya tres cuartos de siglo, texto semejante, con idéntico título, podría escribirse hoy: “A la deriva por los mares de la historia, sin rumbo, sin destino, va Puerto Rico: desde hace cuatro siglos y medio”.

Ahora habría que agregar que la situación es peor y la isla, azotada por feroces huracanes, sobre todo el más reciente y brutal llamado Donald Trump, encara un momento decisivo de su historia.

Entonces, cuando Bosch redactó su hermosa profecía,  gobernaba en Washington Franklin Delano Roosevelt quien prometía al pueblo norteamericano un nuevo trato que beneficiase a los trabajadores y a los pobres y a los pueblos del Continente ofrecía una política de buena vecindad. Pero sus promesas no le sobrevivieron.

Hace ya mucho tiempo que ambos proyectos fueron reducidos a cenizas, barridos por el capitalismo salvaje y el belicismo desenfrenado que han practicado, de un modo u otro, con matices secundarios, todas las Administraciones estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial.

En los años cuarenta Luis Muñoz Marín y su Partido Popular Democrático (PPD) todavía abogaban por la independencia de la Isla. Más tarde relegarían a un plano secundario la cuestión fundamental de la soberanía nacional y darían paso, con el patrocinio de Washington, al llamado “estado libre asociado” (ELA), torpe disfraz que en nada cambió la cruda realidad colonial.

Gracias a exenciones tributarias y otros privilegios el territorio fue inundado por capitales norteamericanos desplazando a los productores locales e impulsando una emigración masiva hacia el norte. Cuantiosas inversiones en la infraestructura le dieron un aire de modernidad y la propaganda imperial no escatimó esfuerzos para vender a la hermosa isla como un paradigma, un modelo para el resto del Continente.  Paralelamente llenaron el pequeño territorio de bases e instalaciones militares convirtiéndolo en un verdadero fortín que fue pieza clave para su política agresiva e intervencionista en todo el Continente.

Esa propaganda logró ocultar, al mismo tiempo, dos aspectos decisivos para entender la realidad puertorriqueña. Por un lado la persecución y represión sistemática contra el movimiento patriótico, muchas veces violenta y abierta, otras, encubierta y más o menos sutil, pero siempre avasalladora. Y por el otro el rechazo de Washington a todas y cada una de la peticiones del pueblo puertorriqueño, incluyendo el PPD, para modificar la relación colonial y hacerla menos lesiva a sus legítimos intereses.

En rigor el ELA fue un embuste desde su nacimiento.  Jamás hubo una “asociación” entre Puerto Rico y Estados Unidos y llamar “libre” al engendro así creado era, además de una afrenta a su víctima, el pueblo boricua, un grosero insulto al lenguaje.  Todos los esfuerzos promovidos desde la isla para alcanzar espacios de autonomía fracasaron ante la insolencia imperial.

Con el paso del tiempo la metrópoli colonial también fue cambiando.  Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica y militar del planeta pero su dominio ya no es absoluto, indiscutido, como lo fue al concluir la Segunda Guerra Mundial.  Tuvo que eliminar varias disposiciones importantes que había favorecido a sus inversiones en la isla y estas fueron en busca de otros mercados más lucrativos.

El modelo económico impuesto a la colonia terminó en un fracaso estrepitoso y las autoridades locales debieron reconocer su incapacidad para pagar la deuda pública de más de 70 mil millones de dólares y se afanaron inútilmente en busca de una solución imposible para un país sometido totalmente a un poder extranjero.

Carente de soberanía propia a Puerto Rico se le cerraron todas las posibilidades de negociación para enfrentar un problema que encaran todos los días los países independientes.  En Washington  el Congreso y la Administración se pusieron de acuerdo para establecer una llamada Junta de Control Fiscal la cual es hoy la verdadera autoridad que administra el territorio y cuya tarea es obligar a los puertorriqueños a pagar lo que supuestamente deben imponiendo para ello draconianas medidas de austeridad que aumentaron el desempleo, eliminaron servicios sociales básicos e incrementaron la emigración.

Por si fuera poco la isla fue azotada por dos huracanes de gran intensidad, Irma y María, sobre todo este último que la arruinó casi por completo.  Se calculan en más de 90 mil millones de dólares las pérdidas ocasionadas por estos fenómenos meteorológicos.  Miles de familias perdieron sus viviendas y cuatro meses después una gran parte de la población no tiene electricidad ni agua potable, muchas escuelas no han reiniciado sus actividades y nadie sabe cuándo ni cómo se recuperará la infraestructura derrumbada.

Ni siquiera se sabe con precisión cuántas personas perdieron la vida como consecuencia del paso de María.  Investigaciones periodísticas independientes calculan que pasan de mil.

Más de 200 mil han buscado refugio en Estados Unidos en una ola migratoria que no parece detenerse.

Para colmo llegó Trump. El insólito personaje, que nada ha hecho siquiera para aliviar la tragedia boricua, no sólo recordó que hay que reembolsar la supuesta deuda sino que impulsa una reforma tributaria que, entre otras cosas, grava con un 20% los productos procedentes de la isla con lo que hará de la recuperación económica una quimera irrealizable.

En medio del desastre resulta conmovedor el empeño del pueblo por reconstruir su país, sin ayuda federal y frente a la corrupción  y la torpeza de quienes dicen representarlo.

Parece cumplirse lo que Juan Bosch anticipó hace tanto tiempo.  A la hora del naufragio serían  los trabajadores, los desposeídos, los de abajo, finalmente unidos en el dolor y la esperanza, los únicos capaces de salvar la Patria.

puertorico_6

Un Quijote del Siglo XX

In Politics, Social Justice on September 16, 2016 at 11:35 am

pablo_picasso_don_quixote_print_14a

Por Ricardo Alarcón de Quesada

El lunes 12 de septiembre a los 96 años de edad falleció en su hogar de California Stanley K. Sheinbaum. Quiero sumar estas líneas al tributo que seguramente habrá de recibir de muchos en todas partes. Pese a su edad avanzada y los quebrantos de salud sus amigos jamás hallarán consuelo a su partida. Porque Stanley pertenece a la categoría de los que Bertolt Brecht llamó los imprescindibles los que luchan toda la vida.

Desde su infancia neoyorquina bajo la Gran Depresión hasta la era de la dominación global de la plutocracia norteamericana recorrió un largo camino que lo llevó no sólo a atravesar su país sino también a conocer el resto del mundo. Aprendió a interesarse, como pocos compatriotas suyos, por los conflictos y problemas de los demás y a involucrarse y tomar partido, “tratando de crear un poco de paz y justicia en este injusto mundo” como escribió en sus Memorias publicadas hace cinco años (“A 20th Century Knight’s quest for peace, civil liberties and economic justice”)

Descubrió en 1959 que el programa que dirigía en la Universidad Estatal de Michigan era una actividad encubierta de la Agencia Central de Inteligencia y se convirtió en la primera persona que denunció públicamente las acciones ilegales de la CIA dentro de Estados Unidos.

En los años Sesenta articuló la campaña para la liberación de Andreas Papandreu encarcelado por la junta militar en Grecia. Encabezó el movimiento para la recaudación de los fondos necesarios y la defensa de Daniel Elsberg arrestado en 1971 por revelar los llamados Papeles del Pentágono sobre la agresión a Viet Nam, emblemática pelea con la destacada participación de Leonard Boudin y su discípulo el joven Leonard Weinglass, ambos brillantes defensores de los derechos humanos y las libertades civiles. Si no hubiera sido por Stanley, según el propio Elsberg “el juicio hubiera terminado, Nixon permanecería hasta el final de su mandato y la guerra habría continuado”.

Impulsó las labores de la Unión Americana de Derechos Civiles en el sur de California para poner fin a la segregación racial en las escuelas y luchar contra los métodos represivos de la policía de Los Ángeles mientras dirigía los esfuerzos contra el régimen del Apartheid de Sudáfrica.

En 1988 organizó un grupo de dirigentes judíos norteamericanos que el 6 de diciembre se reunió en Estocolmo con Yaser Arafat para iniciar un proceso hacia el entendimiento y la paz en Palestina. El gesto le ganó no pocos enemigos. “Por un tiempo fui el judío más odiado en Norteamérica…por otros judíos” anotó en su Autobiografía.

Asumió un papel valeroso en el enfrentamiento a la brutalidad policial y la golpiza de Rodney King. Lo hizo desde su responsabilidad en la Comisión de la policía de Los Ángeles y en las calles de la ciudad. “Era”, en palabras de la Congresista Afroamericana Maxine Waters, “un ser humano extraordinario”.

También se ocupó de Cuba. Nos visitó aquí y mantuvimos comunicación a la distancia hasta el final. Se opuso al bloqueo, luchó por la normalización de las relaciones y fue decisivo en la batalla por la liberación de nuestros Cinco Héroes antiterroristas cuya situación ayudó a divulgar en Estados Unidos. Lo que fue anunciado el 17 de diciembre de 2014 era también fruto de su empeño solidario que no siempre trascendía a los grandes titulares mediáticos.

Al final de su vida pudo afirmar: “Aun me intereso, aun me involucro, aun creo que el mañana será mejor. Y por eso sigo siendo muy optimista. Si algo he aprendido a lo largo de los años es que no es tan importante si ganamos o no las batallas lo que es realmente importante es que continuamos librando las batallas por la justicia, por la igualdad, por la equidad”.

Stanley sigue cabalgando.