Maggie Alarcón

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Apuntes de un veterano Fidelista

In Asamblea Nacional/National Assembly, Cuba, Fidel Castro Ruz, Historia on August 5, 2016 at 2:49 pm

 

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Ricardo Alarcón de Quesada y Fidel Castro Ruz, Programa Universidad Popular, circa 1960- foto Liborio Noval.

Ricardo Alarcón de Quesada

El 10 de marzo de 1952, de un portazo, se cerró un capítulo de la historia de Cuba. Fulgencio Batista –quien dos décadas atrás implantó una férrea dictadura y liquidó al Gobierno Revolucionario de apenas cien días surgido en 1933 a la caída de Gerardo Machado- con un puñado de sus antiguos colaboradores se hizo otra vez del poder. El nuevo golpe de estado se llevó a cabo sin mayores tropiezos. Concluyó así la breve experiencia cubana con la “democracia representativa” la cual duró sólo los dos períodos del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), que había gobernado poco más de siete años.

El “autenticismo” se presentaba como heredero de la Revolución del 33 en la que sus principales dirigentes habían tenido una participación destacada pero no avanzó más allá del nacional-reformismo, creó algunas instituciones necesarias y dio muestras de una política exterior independiente en algunos temas importantes en la ONU y la OEA. Pero su obra de gobierno estuvo lastrada por la corrupción que invadió casi todas las ramas de la administración y su adhesión al macartismo que propició la división del movimiento sindical y popular y al asesinato de algunos de sus principales líderes.

La deshonestidad imperante provocó la escisión del autenticismo y el surgimiento del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) que levantó como principal bandera la consigna de “Vergüenza contra Dinero”. Entre sus fundadores estuvo un abogado recién graduado llamado Fidel Castro Ruz.

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Fidel Castro, Juana Vera, Victor Rabinowitz y el autor en la Habana

Las elecciones generales, previstas para junio de 1952, enfrentaban, según todas las encuestas, a dos candidaturas: la “ortodoxa” encabezada por un respetable profesor universitario y la gubernamental liderada por un “auténtico” cuya honestidad no era cuestionada. Un tercer candidato, Batista, respaldado por grupos reaccionarios, aparecía en un lejano último lugar y nadie le concedía la más mínima posibilidad de vencer en las urnas. Lo sabía en Cuba todo el mundo incluido Batista quien por eso impidió que el pueblo pudiera decidir.

El Golpe de Estado y sus secuelas inmediatas hirieron profundamente a la sociedad cubana. Batista recibió el apoyo inmediato de los grandes propietarios así como el de las fuerzas políticas conservadoras y la corrupta burocracia sindical. Los partidos políticos, tanto los agrupados alrededor del gobierno derrocado como sus oponentes, quedaron atrapados en la inacción y la incoherencia. El autenticismo y la ortodoxia se dividieron en tendencias contradictorias y de ellos surgieron nuevos partidos, algunos dispuestos a colaborar o transigir con el nuevo régimen. Ellos y todos los demás partidos se enzarzaron en polémicas interminables incapaces de articular un camino frente a la tiranía.

La resistencia encontró refugio en las Universidades. De ellas surgieron las primeras manifestaciones y actos de protesta. Entre los estudiantes crecía la conciencia de la necesidad de actuar y de hacerlo de otro modo empleando métodos diferentes a los de los políticos que habían fracasado estrepitosamente. Se hablaba entonces de la lucha armada pero nadie sabía cómo hacerla ni poseía los recursos para emprenderla. Hubo algunos intentos aislados mientras circulaban rumores acerca de planes dirigidos o vinculados al Presidente depuesto el 10 de marzo.

Para quienes aun cursábamos la enseñanza secundaria el asalto a los cuarteles militares de Santiago de Cuba (el Moncada) y Bayamo (Carlos Manuel de Céspedes), el 26 de julio de 1953, fue una sorpresa absoluta. Nada sabíamos de un acontecimiento que, sin embargo, marcaría para siempre nuestras vidas.

En las noticias brotó el nombre de alguien antes desconocido para nosotros: Fidel Castro.

Se ahondó la crisis política. La tiranía se volvió aun más agresiva. Ilegalizó al partido de los comunistas (PSP, Partido Socialista Popular) y clausuró sus publicaciones y aumentó la represión contra el movimiento estudiantil. Las acusaciones de Batista contra los comunistas buscaban las simpatías de Washington pero nada tenían que ver con la realidad. El PSP no sólo fue ajeno a aquellos sucesos sino que condenó la acción de los jóvenes revolucionarios como lo hicieron, casi sin excepción, los demás opositores a Batista.

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Compartiendo con los Independentistas Boricuas, Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Oscar Collazo, la Habana 1979.

Nuevamente correspondió al estudiantado reemplazar a los partidos incapaces de cumplir su función. La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) se solidarizó con los asaltantes del Moncada y convocó a una campaña por su liberación que pronto adquirió una dimensión nacional y obligó a la dictadura a amnistiarlos en 1955.

Ese mismo año Fidel fundó el Movimiento 26 de Julio que, junto a los sobrevivientes de la acción inicial contó, sobre todo, con jóvenes que en los barrios y en los centros de estudio se identificaron con aquel gesto heroico frente a las diatribas y las críticas de tirios y troyanos. Sus filas se nutrían con muchachos, no pocos adolescentes, que insurgían en medio de la frustración, la inercia y la división, inspirados por una hazaña que había estremecido a la tiranía pero también a sus oponentes. Antonio López (Ñico) quien había dirigido el ataque al cuartel de Bayamo se encargó de organizar las Brigadas Juveniles del M-26-7 hasta que marchó a México para regresar con Fidel y morir combatiendo en la Sierra Maestra. Lo reemplazó en La Habana Gerardo Abreu (Fontán) un negro de origen muy humilde que no había concluido la enseñanza primaria pero supo adquirir por sí mismo una amplia formación cultural y una sensibilidad poética que causaba asombro entre los universitarios que tuvimos el privilegio de luchar bajo su jefatura. Tanto Ñico como Fontán, ambos procedentes de la Juventud Ortodoxa, conocían el marxismo, compartían los ideales socialistas y eran profundamente antimperialistas. Se empeñaron en crear una organización que incorporase masivamente a la nueva generación y lo lograron. A sus seguidores se les identificaba con una palabra: “fidelistas”.

La presencia de las Brigadas se hizo sentir rápidamente enviando su mensaje directamente al pueblo. Mientras la prensa y los políticos criticaban a Fidel y al Moncada, por todas partes, en cada rincón de la capital, en muros y paredes, empleando recursos muy modestos, sus miembros pintaron una consigna breve pero que todos entendían -M-26-7- o un nombre que otros querían silenciar: Fidel.

Frente al ambiente hostil que hacía imposible la lucha política abierta, Fidel se marchó a México con el fin de organizar el regreso para llevar a cabo la batalla que pondría fin a la tiranía. Lo proclamó abiertamente asumiendo un compromiso histórico –“en el 56 seremos libres o mártires”- y afrontando nuevamente a los cultores de la inacción y el desánimo. Y también sus burlas: un periódico gubernamental encabezaba su portada cada día con la cifra que marcaba los días transcurridos de 1956 sin que se hubiera cumplido la desafiante promesa.epa00601693-cuban-president-fidel-castro-r-and-cubas-national-assembly-fh10p0

Avanzaba noviembre y se intensificaba la propaganda contra los moncadistas. Las manifestaciones organizadas por la FEU y el recién creado Directorio Revolucionario alcanzaron su clímax y provocaron el cierre de la Universidad. El último día del mes, como acción de apoyo al desembarco, el M-26-7 llevó a cabo la insurrección en Santiago de Cuba. Dos días después arribaron a las costas orientales Fidel y sus compañeros en el yate Granma en lo que el Che describió como un “naufragio”. Dispersos y perseguidos por el Ejército un pequeño grupo logró finalmente reencontrarse en la Sierra Maestra. Una buena parte de los expedicionarios murieron combatiendo o fueron asesinados.

Entre ellos, según dieron cuenta las Agencias noticiosas norteamericanas, su principal líder. La muerte de Fidel fue reportada en primera plana por todos los medios informativos. La angustia y la incertidumbre se mantuvo hasta que, pasado un tiempo que parecía interminable, poco a poco, por los canales clandestinos, se fue conociendo la verdad.

Los últimos dos años de la dictadura fueron de crímenes y atropellos generalizados en las zonas urbanas mientras el foco guerrillero inicial crecía hasta transformarse en el Ejército Rebelde.

El “fidelismo” alcanzó masividad. En la noche del 8 no noviembre de 1957 se produjeron en La Habana cien explosiones simultáneamente cada una en un barrio diferente y distante del otro.  Eran petardos, artefactos más bien artesanales, que sólo produjeron ruido.  No hubo heridos y nadie fue detenido por la policía que se desplazaba frenética de un lado a otro.  Fue una demostración sonora de que el 26 estaba en todas partes y de la eficaz organización de sus brigadas juveniles.

El asesinato de Fontán, el 7 de febrero de 1958, desató una huelga general estudiantil, que se extendió hasta mayo, paralizó todos los centros de enseñanza, incluidos las universidades y academias privadas y provocó las renuncias de dos ministros batistianos de Educación.

Nunca antes se había producido en Cuba movimiento semejante, de tal amplitud y por tanto tiempo.  Durante tres meses fracasaron todos los intentos, violentos o “pacíficos”, para ponerle fin.  El paro estudiantil continuó incluso varias semanas después que el movimiento sufriese en La Habana su más dolorosa y sangrienta derrota.

Pero el fracaso del intento de huelga general obrera, el 9 de abril, fue un golpe muy severo que diezmó a la militancia urbana, desbarató casi por completo el aparato clandestino y permitió a la dictadura movilizar miles de soldados para lanzar contra la Sierra Maestra lo que imaginaba sería su ataque final. Otra vez todo dependía de Fidel y su liderazgo.

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Elian y Juan Miguel Gonzalez, celebracion por el 50 Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada

La ofensiva batistiana fracasó completamente.  El Ejército Rebelde, consolidado en Oriente, envió dos columnas, dirigidas por el Che y Camilo Cienfuegos, que atravesaron la mitad de la isla y vencieron en numerosos combates en su región central.  Los rebeldes estaban próximos a liberar las ciudades de Santiago de Cuba y Santa Clara.  El último día de diciembre el dictador preparó su fuga y en estrecha coordinación con el Embajador norteamericano, dejó instalada en La Habana una Junta Militar que hubiera sido la continuidad de su régimen.  Para frustrar la maniobra, Fidel convocó a la huelga general.

El primer día del nuevo año, desde muy temprano el pueblo se hizo dueño de las calles en la capital.  Las brigadas juveniles, desprovistas casi completamente de armas, ocuparon todas las estaciones de la policía sin encontrar resistencia de una tropa desmoralizada y nerviosa.  Hubo que enfrentar, sin embargo, en otras partes de la ciudad, los disparos de grupos paramilitares del batistato.  La huelga continuó hasta el derrumbe total de la tiranía.  El 8 de enero Fidel entró triunfante en una ciudad que era ya, finalmente, “fidelista”.

La Revolución triunfante debería encarar obstáculos más poderosos y riesgos aun mayores durante más de medio siglo.  La agresión política, diplomática y propagandística, los ataques armados, la subversión y los sabotajes y el bloqueo económico que aun continúa y es el genocidio más prolongado de la historia.  Y también el derrumbe de la U.R.S.S. y la desaparición de aliados y socios comerciales y el aislamiento total de la Isla.  Ha sido un camino largo y tormentoso que el pueblo recorrió guiado por Fidel.

Cumple ahora noventa años el hombre que debió enfrentar más de seiscientos planes de atentados contra su vida y cuya muerte ha sido anunciada en incontables ocasiones por la propaganda imperialista.  Quizá algún día sus enemigos deberán admitir que nunca lo podrán matar.  Porque Fidel y su pueblo son uno y lo mismo.  Y ese pueblo, en gran medida gracias a él, es invencible. fidel-asamblea-05

 

Moncada: Fidel y el poder de la fe

In Cuba, US on July 29, 2013 at 1:51 pm

Cuba Celebra el 60 Aniversario del Asalto a los Cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes.”

 

 

Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

El 10 de marzo de 1952 el ex dictador Fulgencio Batista se adueñó otra vez del poder en Cuba, a ochenta días de las elecciones en las que habría sido el candidato menos votado.

De un manotazo destituyó al presidente, abolió la Constitución, disolvió el Parlamento, aplastó sindicatos, organizaciones estudiantiles y gremiales, asumió el control de la prensa, desató una feroz represión e instauró un régimen de corrupción y saqueo que C. Wright Mills calificaría como “capitalismo mafioso y gangsteril”. Washington le dio rápido reconocimiento diplomático y lo apoyó siempre, hasta que el tirano y sus secuaces escaparon, el 1º de enero de 1959.

El golpe de Estado de 1952 provocó una honda conmoción en la sociedad cubana. Más allá de sus consecuencias políticas hirió en lo profundo la conciencia nacional. El presidente derrocado se refugió en la embajada mexicana, las fuerzas políticas que lo apoyaban quedaron paralizadas; las corrientes opositoras, incluyendo las de inspiración marxista, no fueron capaces de defender la legalidad y mucho menos encauzar la resistencia, se enredaron en debates interminables sobre estrategia y tácticas coincidiendo sólo en un punto: la inacción.

En el pueblo cundía la frustración y el descreimiento. Otra vez sus aspiraciones democráticas eran derrotadas. Todos los partidos políticos habían perdido credibilidad y la confianza pública. Sólo entre los jóvenes y estudiantes se mantenía un espíritu rebelde en busca de cauces propios, fuera de estructuras fracasadas. Para madurar esa rebeldía necesitaban un conductor excepcional. Lo encontraron en Fidel Castro.

Fidel seleccionó un puñado de jóvenes que lo tenían a él como referente y los preparó para la acción armada. Era un grupo sin nombre ni filiación política. La operación, el 26 de julio de 1953, fue, militarmente, un doble fracaso: los intentos de tomar por asalto dos cuarteles claves del ejército en el oriente cubano, el Moncada, en Santiago de Cuba y el Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. En ambos los asaltantes fueron derrotados y la mayoría asesinados después del combate.

El Movimiento 26 de Julio nació perdiendo sus primeros combates y sometido además al ataque casi unánime de las fuerzas políticas, de la prensa y otras instituciones de la sociedad cubana. Pero en verdad ese día fue un renacer. Comenzó un proceso de rescate moral que permitiría al pueblo recobrar fuerzas y emprender la marcha, aún larga y trabajosa, hasta la victoria. El punto de partida fue reencontrar la confianza. Aquel día conmovió a muchos, y dio impulso a la creación de un movimiento llamado a crecer siempre que fuera capaz de preservar la fe.

Forzado por la presión popular, Batista se vio obligado, en 1955, a amnistiar a Fidel y a sus compañeros de prisión. Fidel se marchó a México, prometiendo regresar antes de concluir el siguiente año para dar la batalla final. Apostaba otra vez a la confianza popular.

Mientras, la dictadura desataba una campaña para revivir la desconfianza a la que se sumaban no pocos sectores de la oposición, reacios a la lucha armada. Los medios de prensa batistianos se burlaban de esos planes, recordando cotidianamente, en primera plana, los días que faltaban para el cumplimiento de su promesa. Esto se produjo finalmente el 2 de diciembre, y fue otro descalabro militar. El fracaso del desembarco ocupó grandes titulares en Cuba y más allá.

Los 82 hombres del yate Granma enfrentaron una fuerza militar incomparablemente superior, toda ella equipada, armada y asesorada por Estados Unidos. Los doce sobrevivientes, dispersos por los montes, desprovistos de armas y recursos, lograron al fin agruparse en la Sierra Maestra. Siguieron meses de desinformación y angustia. En las lejanas montañas, con el apoyo del aparato urbano, poco a poco, se levantaba el destacamento guerrillero. En las ciudades los luchadores clandestinos, que sostenían a la guerrilla y resistían la brutal represión, debían combatir también las incesantes maniobras “pacifistas” de la oposición política.

Dos años después, el movimiento abarcaba todo el país y la dictadura era derrotada, a cinco años, cinco meses y cinco días del acto fundador.

Fueron años duros, difíciles. Pero trajeron libertad y felicidad a un pueblo emancipado para siempre. Como dice una canción que desde hace años todos cantamos por acá: “El 26 es el día más alegre de la historia”.

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 786, 26 de julio, 2013

ALFREDO

In Arts, CAFE on April 24, 2013 at 12:10 pm

Ernesto “Che” Guevara junto a Alfredo Guevara.

 

 

Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

Antes de conocerlo personalmente descubrí su fama en 1954 al ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras en la que Alfredo se había graduado unos cuantos años antes. Pese al tiempo transcurrido profesores y alumnos hablaban de él con respeto y admiración en aquella singular Escuela que contaba con algunos de los mejores maestros de la Universidad y en cuyas aulas abundaban muchachas de la burguesía. Su influencia era palpable en la Asociación de estudiantes que dirigía Amparo Chaple, una bien conocida – y olvidada hoy- militante de la Juventud Socialista, la única comunista que integró el Ejecutivo de la FEU de José Antonio y Fructuoso. La JS era entonces una organización con muy escasa representación en la Colina pero siempre prevaleció en la Escuela de Alfredo Guevara.

Sólo lo vi una vez antes del triunfo de la Revolución, en la clandestinidad. Guardo el suceso como una imagen cinematográfica. Caminaba yo con Graziela Pogolotti por las calles del Vedado. De pronto apareció él. Iba apurado, saludó a Graziela sin acercarse, con un gesto rápido y siguió la marcha. “Es Alfredo” dijo ella y aún recuerdo el inmenso cariño que puso en dos palabras.

Desde 1959 me reuní con él tantas veces que no tengo ni idea. Hablamos mucho, mantuvimos una comunicación sin tropiezos por más de medio siglo, diálogo siempre enriquecedor que deja en mi una deuda que nunca podré saldar. Lo escuché y me escuchó, compartimos preocupaciones y alegrías, discutimos incansablemente, meditábamos a dúo sobre lo humano y lo divino para volver una y otra vez sobre el largo, complejo y hermoso proceso del que ambos siempre fuimos parte, con sus aciertos y falencias, con sus desgarraduras,  sus luces y sus sombras. Por encima de todo, Alfredo, mantuvo en todo momento una lealtad irreductible a la Revolución, a Fidel y a los ideales que abrazó desde la adolescencia.

A veces debatíamos acerca de algunos recodos de nuestra historia que apreciábamos de modo diferente, consecuencia inevitable de no haber transitado antes los mismos caminos. Pero en las cuestiones raigales, decisivas, pensábamos igual. Más aún muchas veces “conspiramos”, nos prestamos un libro, nos dimos un dato que pudiera ser útil para enfrentar emboscadas y zancadillas. Entre él y yo siempre hubo hermandad, confianza absoluta.

Acudí al hospital cuando supe de su gravedad el pasado viernes 19 de abril. Era ya muy avanzada la mañana. Dormía, con la respiración agitada, angustiosa. Esa vez no hablamos. Nos limitamos a escuchar, como en los viejos tiempos, “el sonido del silencio”.

Me fui sin despedirnos.  Poco después circulaba la noticia. Decían que Alfredo había muerto.

Pero, por favor, no se confundan. No sería la primera vez que los medios se equivoquen. Alfredo vive y vivirá mientras Ustedes, los jóvenes, quieran que viva.

Ustedes fueron el tema recurrente en nuestro diálogo de años al que regresaba con obstinación como queriendo siempre volver a la Escalinata, a la clandestinidad, a los días del peligro y la esperanza.

Aunque algunos no fueron capaces de entenderlo la gloriosa victoria de enero había sido alimento principal de los jóvenes que en los Sesenta, la década más larga y fructuosa, intentaron en todas partes conquistar el cielo. Así fue y así será nuestra Revolución, la de Alfredo y la mía, que perdurará mientras sea de Ustedes los jóvenes de hoy y de mañana.

Una Revolución que es y habrá de ser “creación heroica” y por tanto irrepetible, auténtica, multicolor, obra de hombres libres capaces de pensar y actuar por sí mismos, recordando siempre con Alfredo que “no hay creación donde hay moldes estrechos”.

A esa obra nos llama el hermano querido quien resumió su existencia con estas palabras:

“El ideal libertario como sustancia esencial de la vida no ha perdido nunca la importancia decisiva que tiene en mi persona y pensamiento, en mi conciencia, en mis actos. No ha cesado de ser; es el fuego que calienta, alimenta y da, dará energía a mi alma hasta el último día. Me considero un socialista libertario y como tal he actuado, y ha sido por eso como ha sido la vida vivida.”

Que ese fuego vaya siempre con ustedes, con nosotros.

 

La Habana, 23 de abril de 2013

Palabras en el homenaje póstumo organizado por la Asociación Hermanos Saíz y

 la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano

El Granma, un yate a la deriva

In Cuba, Cuban Embargo, Economics, History, Social Justice on February 16, 2012 at 2:39 pm

 

 

Durante el discurso por el 1ro de mayo del año 2000, el entonces presidente Comandante Fidel Castro Ruz dijo: “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado…; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos…; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio…; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y de las ideas…, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. Fueron posiblemente las palabras más exactas para definir lo que deberia ser el camino a seguir para esta contienda que es la Revolución Cubana, contienda que tenemos que ganar todos los que creemos en ella como proyecto social digno y humano. Este articulo de Fernando Ravsberg, pone en blanco y negro mucho de lo que menciona Fidel en sus palabras y por ello le estoy agradecida al autor. – MAP

Fernando Ravsberg

tomado de Cartas desde Cuba

¿Confiaría Ud. en un médico que le diagnostique un gravísimo cáncer y a renglón seguido le diga que además tiene acné, recetándole únicamente y con urgencia mascarillas faciales para eliminar esos desagradables granos en el rostro?.

Esa es la sensación que despierta el artículo de Granma sobre la crisis del transporte (1), donde se menciona una vez la falta de piezas de repuesto, dedicando el resto del texto a la limpieza del bus, los grafitis en las paredes y el volumen de la música ambiental.

Como siempre las críticas se las lleva el ciudadano de a pie, los que trabajan en la empresa de autobuses y los usuarios. Ni una sola mención directa a los funcionarios que no garantizan los repuestos a tiempo, provocando una escasez artificial.

A nadie se le ocurriría cuestionar la prohibición de fumar en los buses pero ese no es el problema esencial y cuando uno lee el Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) espera que los temas sean tratados con una mayor profundidad.

Es verdad que los dirigentes del transporte se niegan a dar entrevistas, yo mismo llevo meses tratando de conversar con ellos y veo como me dan largas evitando un encuentro donde calculan que habrá preguntas difíciles de responder.

Pero esas negativas no justifican que los periodistas nos dediquemos a dar peroratas sobre el “acné” porque eso es justamente lo que persiguen los que intentan apartar a la prensa, para evitar el escrutinio público de sus manejos y desaciertos.

Es nuestra responsabilidad seguir investigando de forma paralela, profundizar en un diagnóstico que le permita al país descubrir el tipo de cáncer que padece y las razones que lo provocan, pasos imprescindibles para encontrar un tratamiento efectivo.

En lugar de eso, el Granma prefiere utilizar al cubano de a pie como chivo expiatorio, lo que parece una incoherencia en un medio de prensa que se proclama portavoz de una “revolución de los humildes, para lo humildes y por los humildes”.

El Granma usa al cubano de a pie como chivo expiatorio de todos los problemas que hay en el país.

Escriben que el pueblo espera como un pichón que el Estado lo alimente pero no explican que el modelo de socialismo cubano no los dejaba volar. Denuncian a los taladores de árboles callando que no hay donde comprar una mísera tabla.

El país en pleno espera información sobre la corrupción en las telecomunicaciones, -estafas millonarias con tarjetas y con el cable telefónico submarino- pero los periodistas priorizan la historia de unos chicos que robaron un par de teléfonos públicos.

Acusan a los carretilleros del desabastecimiento pero no se atreven a mencionar la ineficiencia del ministerio de agricultura. Ahora dedican un artículo completo a los problemas del transporte sin osar investigar por qué están parados cientos de buses nuevos.

Tienen la tranquilidad de que la gente no les puede responder, silencian incluso a revolucionarios indignados. La periodista y profesora universitaria, Elaine Díaz, demuestra en su blog (2) que la censura a las cartas de los lectores es lo que mejor funciona en el periódico.

Nadie en Cuba es tan ingenuo como para pedirle imparcialidad ideológica o neutralidad política a un periódico que se define como “órgano oficial” del partido de gobierno pero eso no lo exonera de cumplir con otras normas profesionales y éticas.

Uno esperaría encontrar en sus páginas reportajes serios y profundos, analíticos, con un tratamiento multifacético de los temas, abordados con honradez y con valentía para enfrentarse, al menos, a los que sabotean las políticas del PCC.

Se podría aspirar a que sigan las orientaciones de la máxima dirección de la organización que dicen representar, la cual ya les dijo que el periodismo que hacen no sirve y los convocó a pelear contra el manto de silencio que protege a la corrupción.

Sin embargo, difícilmente lograrán avanzar rogando a Raúl Castro que obligue a los funcionarios a dar información y usando la Conferencia del PCC como muro de las lamentaciones. Decía José Martí que “los grandes derechos no se compran con lágrimas”.

En vez de seguir esperando la benevolencia de los funcionarios para obtener la información podrían acudir a la gente sencilla, a los trabajadores e incluso de los dirigentes conscientes que estén dispuestos a darla de forma oficiosa.

Pronto los estudiantes de periodismo escalarán el Turquino (3). Puede resultar divertido escenificar antiguas guerrillas pero si la nueva generación aspira a ocupar un lugar protagónico tendrá que ser capaz de librar sus propias batallas.

Y para semejante aventura no hace falta arriesgar la vida como lo hacen algunos colegas en otras latitudes, basta con estar dispuesto a perder el cargo y el trabajo en el intento de hacer un periodismo profesional, honorable, ético y valiente.

(1) http://www.granma.co.cu/2012/02/10/nacional/artic06.html

(2) http://espaciodeelaine.wordpress.com/

(3) El pico más alto de la Sierra Maestra, símbolo de la guerrilla de Fidel Castro.