Maggie Alarcón

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Salvar a Venezuela

In CELAC, History, Politics, Politics on April 21, 2017 at 2:03 pm

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

La hostilidad del imperialismo estadounidense hacia la Revolución Bolivariana ha sido permanente y multiforme desde que Hugo Chávez resultó electo Presidente. Según avanzaba el proceso de transformaciones sociales promovido por Chávez, siempre respetando las normas constitucionales y la legalidad, el Imperio ensayaba nuevas acciones agresivas violatorias del Derecho Internacional.

La obra revolucionaria rescató a millones de venezolanos de la pobreza absoluta y la miseria, puso fin al analfabetismo, garantizó a todos y todas el acceso a la educación y la atención médica gratuita, les devolvió, en fin, la plena soberanía.

Venezuela ha cambiado sustancialmente. Sus grandes riquezas naturales, por primera vez en la historia, no son para el disfrute exclusivo de una minoría, sino que han sido y son redistribuidas para beneficio de las amplias masas. Pero ha sido una marcha cuesta arriba sorteando obstáculos de todo tipo.

Defender lo mucho que ha logrado y seguir conquistando mayores cotas de justicia constituye un perenne desafío para el pueblo del Libertador. Intentos de golpe de estado, “huelga” petrolera, sabotajes, sanciones económicas, diplomáticas y políticas, amenazas militares y una descomunal, multimillonaria, propaganda para aislarla y pretender justificar la intervención foránea, han sido el pan de cada día impuesto a un pueblo que, en contraste, no sólo no ha atacado ni dañado a nadie sino que se convirtió, al mismo tiempo, en ejemplo de fraternidad para con los otros pueblos del Continente.

Porque si Venezuela ha cambiado mucho, el Imperio no ha cambiado nada. Ayer, Obama, sin temor al ridículo, determinó que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Ahora Trump blande contra ella la llamada Carta Democrática Interamericana, cuyo texto debemos suponer que no ha leído pues, como se ufana en proclamarlo, el actual mandatario detesta la lectura.

La muerte de Hugo Chávez fue un golpe doloroso que estremeció a su país y al mundo. Desde Bolívar nadie hizo tanto como él por la emancipación de su pueblo, nadie supo hacer de Venezuela paradigma de solidaridad humana y auténtica democracia. Dedicado a su causa hasta el último aliento, antes de despedirse, Chávez propuso como a su sustituto y continuador a Nicolás Maduro, su mejor discípulo, un joven obrero y cercano colaborador, quien, en aquellas dramáticas circunstancias y enfrentando a una poderosa maquinaria de difamación y odio en su contra, resultó vencedor en las elecciones generales.

El gobierno de Maduro no ha conocido un instante de respiro. A la drástica caída en los precios del petróleo en el mercado internacional se ha unido la guerra económica desatada por Washington y en la que participa abiertamente la oligarquía local que especula con las limitaciones materiales y provoca escaseces y malestar. Estos fueron los factores principales que permitieron a la oposición obtener una mayoría de escaños en la Asamblea Nacional.

Hay que recordar que desde la primera elección de Chávez como Presidente en Venezuela se han realizado más elecciones, plebiscitos y otras consultas populares que las que hayan podido efectuarse en los países del Hemisferio que cínicamente quieren erigirse en jueces de la situación venezolana. En la mayoría de esos ejercicios democráticos vencieron las fuerzas del chavismo y cuando no fue así los resultados fueron aceptados por Chávez y por Maduro.

Conviene recordar asimismo que ganar o perder transitoriamente la mayoría de los miembros del órgano legislativo no significa ganar o perder el gobierno en los países de América Latina. Tampoco lo es en Estados Unidos: si tal cosa rigiera en el vecino del Norte la lista de Presidentes despojados de sus cargos sería interminable: por ejemplo Clinton, Bush y Obama, para sólo mencionar los más recientes en una bicentenaria tradición en la que resulta normal ejercer la jefatura del Estado contando con una minoría parlamentaria. Para no hablar de Trump cuya presidencia no es cuestionada -aunque Hillary Clinton lo superó por más de tres millones de votos- y ostenta el mayor índice de desaprobación del que haya memoria en aquel país.

No debe olvidarse, sobre todo, el carácter subversivo, anticonstitucional, proclamado sin ambages por Henry Ramos Allup cuando, al asumir la dirección de la Asamblea, anunció un plan para expulsar de la jefatura del Estado a Nicolás Maduro en seis meses. No formuló un programa legislativo, anunció un golpe de estado. Desde entonces no ha hecho otra cosa que alentar el caos y la inestabilidad institucional.

La OEA en cueros

La conducta ilegítima e irresponsable de la oposición lejos de sumarle apoyo interno ha generado la creciente resistencia de un pueblo que, más allá de las ideologías, necesita y desea la paz y la convivencia frente a la agresión externa. Para derrocar al Gobierno legítimo había que recurrir al exterior y buscar en Washington lo que no pueden encontrar en Caracas.

Entonces aparece, nada más y nada menos, que la llamada Organización de Estados Americanos (OEA) y su insólito Secretario General, Luis Almagro.

La historia del “ministerio de colonias yanquis” es sobradamente conocida. Hace más de un siglo, ante los primeros pasos para crear el “panamericanismo”, José Martí advirtió el peligro y llamó a pelear por la independencia verdadera de Nuestra América.

Para Almagro –o sea para el Imperio- el único problema en el Hemisferio es Venezuela. Su enfermiza obsesión antibolivariana los ha arrastrado al punto increíble de dar una suerte de golpe de estado dentro de la propia institución, desconociendo a sus propias autoridades –al representante de Bolivia, Presidente del Consejo Permanente y Decano de sus embajadores y al Vicepresidente que es el representante de Haití- para imponer su estrategia antivenezolana.

Si la OEA tuviese un mínimo de seriedad no le alcanzaría el tiempo para ocuparse de los problemas reales del Continente.

La represión masiva contra los latinoamericanos en Estados Unidos; el infame muro de Trump y sus medidas de proteccionismo comercial; la vergonzosa destitución de Dilma Roussef; la constante aparición de cementerios clandestinos en México y otros lugares; los asesinatos cotidianos de periodistas; los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa, las niñas muertas en Guatemala, el incendio del Parlamento paraguayo; las huelgas y protestas populares en Argentina, Brasil y otros países, son parte del largo temario que interesa a los pueblos pero que no existen para Almagro ni para el dócil rebaño que lo sigue.

Porque la OEA no fue creada para bregar con la realidad. Nunca ha sido otra cosa que instrumento para la dominación imperial. Que a estas alturas echen mano a la vieja y desprestigiada herramienta, pisoteando incluso sus reglas y procedimientos, es un llamado de alerta. La agresión imperialista está en marcha y debemos detenerla.

El crimen se está cometiendo a la luz del día, a la vista de todos y contemplarlo en calma sería una complicidad imperdonable.

Urge multiplicar la solidaridad. Hay que salvar a Venezuela.

 

Publicado originalmente en Punto Final

La voz de Puerto Rico: su larga marcha

In Calle 13, Puerto Rico on February 12, 2015 at 1:11 pm

Por Ricardo Alarcón de Quesada

Algo inesperado sucedió el 28 de enero en la primera sesión plenaria de la más reciente Conferencia Cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), celebrada en San José, Costa Rica: Rubén Berríos, Presidente del Partido Independentista de Puerto Rico (PIP), hablando desde el escaño nicaragüense en tiempo que le cedió el Comandante Daniel Ortega, hizo un breve y sólido alegato por la independencia de su Patria y llamó a la solidaridad concreta de la CELAC.

En la Cumbre anterior, en La Habana en 2014, se había acordado atender el caso de Puerto Rico pero estaban ausentes los que luchan por la liberación de ese territorio latinoamericano y caribeño que es colonia de Estados Unidos desde 1898.

Nunca antes los representantes de ese pueblo habían podido participar en reuniones semejantes de las tantas realizadas en el Continente durante más de un siglo.

Su presencia en otros foros, sin embargo, ha sido notable. El propio Berríos es bien conocido en la Internacional Socialista cuya Vicepresidencia ha ocupado por largos períodos.

En el Movimiento de los Países No Alineados desde la Conferencia de 1964 en el Cairo han ocupado su asiento, junto a los movimientos de liberación nacional de otros Continentes, los que en Puerto Rico siguen la corriente de la nueva lucha que durante muchos años dirigió Juan Mari Bras. Figura imprescindible de la historia latinoamericana, Juan se ganó el reconocimiento y el respeto de los líderes del Tercer Mundo con quienes compartió en sus principales eventos internacionales.

Juan y Rubén eran continuadores de la búsqueda incesante de la solidaridad para la pequeña isla del Caribe, sometida al Imperio más poderoso jamás conocido el cual se ha empeñado además, infructuosamente, en despojarla de su cultura, su idioma, su identidad. Estuvieron presentes, cabildeando sin pausa, en la Sociedad de las Naciones, primero y después de la Segunda Guerra Mundial en San Francisco y en los años fundadores de la ONU. Fue una tradición ininterrumpida que inició Pedro Albizú Campos antes de su largo encierro en las prisiones federales.

Tras incontables esfuerzos, en 1972 el Comité Especial de Descolonización reconoció el derecho inalienable de Puerto Rico a la autodeterminación y la independencia y así lo ha reiterado en informes que anualmente son aprobados por la Asamblea General. En 1973 y en varias ocasiones posteriores Mari Bras y Berríos intervinieron en los debates junto con portavoces de una amplia gama de opiniones del territorio. La batalla diplomática en la ONU fue durante mucho tiempo un empeño casi exclusivo de Cuba aunque en los últimos años las resoluciones son promovidas por un grupo de países de la región y aprobadas por consenso, sin oposición, por todos los miembros del Comité.

A partir del triunfo de 1959 el Gobierno revolucionario convirtió el apoyo a la independencia de la isla hermana en una prioridad de su política exterior que ha sostenido consecuentemente rechazando las presiones de Washington. Para los cubanos se trata de un compromiso ineludible que viene de los tiempos en que José Martí dirigió la lucha común de los dos pueblos.

Pese a los defectos y mutilaciones de la república pre-revolucionaria esa solidaridad se mantuvo viva, si bien no siempre se alzó con la entereza que demandaba el mandato histórico. En Cuba hallaron refugio y ayuda los patriotas de la Antilla menor que sólo fueron reprimidos y perseguidos cuando en La Habana se impusieron los peores regímenes, especialmente durante las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.

El respaldo nacional a esa causa alcanzó gran relieve, en el primer tercio del Siglo XX con la labor de la Sociedad pro Independencia de Puerto Rico, fundada y dirigida hasta su muerte por el eminente intelectual cubano Enrique José Varona quien fue también Vicepresidente de la República.

Desde su creación en 1922 la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) ha mantenido un Comité pro independencia de Puerto Rico, su único de carácter permanente, que en su tiempo lideró Fidel Castro Ruz.

En 1949 en una reunión de la OEA en La Habana el gobierno del Presidente Carlos Prío Socarrás propuso incluir a Puerto Rico entre los territorios coloniales de cuya independencia la recién creada Organización debería ocuparse. La propuesta, respaldada por la Guatemala de Arévalo y la Argentina de Perón, generó un forcejeo diplomático prolongado y a veces sórdido en el que se impuso la voluntad norteamericana. Aunque la moción fue derrotada, vale la pena recordar que en aquel encuentro participó, como miembro de la delegación cubana, Juan Juarbe y Juarbe, dirigente del Partido Nacionalista de Puerto Rico exilado en Cuba hasta su expulsión después del golpe de estado batistiano. El mismo Juarbe que en 1964 integraría la delegación oficial cubana a la Asamblea General de la ONU que encabezó Ernesto Che Guevara.

Durante una etapa que parecía interminable y en la que se les obligó al silencio, Cuba trató de ser la voz de los boricuas. Por eso causa especial alegría a los cubanos lo ocurrido en San José precisamente en el aniversario del natalicio de José Martí.

Finalmente, por primera vez en un evento oficial latinoamericano al más alto nivel, Puerto Rico pudo expresarse por sí mismo.

En ocho minutos Berríos, dijo lo que había que decir. Sin Puerto Rico libre no habrá verdadera independencia latinoamericana. Su discurso fue ajeno a todo sectarismo. Habló en nombre de la inmensa mayoría del pueblo que en el plebiscito de 2012 rechazó el status colonial de la Isla. Sus palabras sintetizaban una marcha larga y azarosa que aun no concluye.

El 4 de julio y la “excepcionalidad” norteamericana.

In History, Politics, US on July 4, 2014 at 11:26 am

George Washington y familia, con esclavo en Mount Vernon.

 

Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

Vuelve el 4 de julio. Será, otra vez, en Norteamérica, un largo fin de semana. Habrá ofertas especiales en las tiendas que impulsarán las ventas y atraerán a muchos aunque no serán pocos quienes deban contentarse con el espejismo de los anaqueles engalanados. Para la mayoría será una oportunidad para el reposo y el encuentro familiar.

Habrá también ceremonias pomposas, con redobles de tambores y fuegos de artificios, en las que abundará la retórica oficial. Serán discursos falsificadores, reiterados durante más de dos siglos, cuya eficacia nadie puede cuestionar pues han sido útiles para engatusar a mucha gente, dentro y fuera de Estados Unidos, durante mucho tiempo.

El Presidente Barack Obama exhibirá su innegable destreza en la oratoria y nuevamente nos dirá que la Nación que él dirige es excepcional, irrepetible. Aun no ha hablado pero, a no dudarlo, repetirá, palabras más, palabras menos, lo que dijo el año pasado:

  “El 4 de julio de 1776 un pequeño grupo de patriotas declaró que éramos un pueblo creado igual, libre para pensar y rezar y vivir como queramos, que nuestro destino no sería determinado por otros sino sería determinado por nosotros. Y era intrépido y era valeroso. Y era algo sin precedente. Era impensable. En ese momento de la historia humana, eran reyes, príncipes y emperadores quienes tomaban las decisiones. Pero aquellos patriotas sabían que había un modo mejor de hacer las cosas, que la libertad era posible y que para alcanzar la libertad ellos estarían dispuestos a entregar sus vidas, sus fortunas y su honor. Y así hicieron una revolución. Y pocos habrían apostado por ellos. Pero por la primera vez de muchas más que vendrían después, América probó su error a los dudosos. Y ahora, 237 años más tarde, ese improbable experimento de democracia, los Estados Unidos de América, se levanta como la nación más grande de la Tierra”.

Semejante perorata la han reproducido machaconamente, desde el primer día, todos los gobernantes norteamericanos, liberales o conservadores, demócratas o republicanos. Algunos, quizás, pudieron escudarse en la ignorancia, pero no es el caso del ex profesor de Derecho Constitucional. Todos, sin excepción han insistido en una gran mentira.

Es un discurso que nada tiene que ver con la verdad histórica de un país que surgió oprimiendo a los demás y que durante más de doscientos años ha llevado la guerra, el dolor y la muerte a todo el orbe. Tampoco es cierto que aquellos hombres hubieran pensado en hacer algún “experimento democrático”. Madison, Hamilton y Jay lo dijeron con todas las letras en los días de la fundación. La nueva república no sería gobernada por el pueblo, el poder debería estar siempre en las manos de los que poseían las tierras, las fábricas y los siervos.

Lo asombroso es que, a pesar de todo, no son pocos, los que allá y en otras partes, aun creen en una simulación más que bicentenaria. Es esa capacidad para el engaño la auténtica excepcionalidad estadounidense.

Los derechos mencionados por Obama sólo existieron para los blancos dueños de las riquezas de las Trece Colonias sublevados contra Inglaterra en 1776. Pero, especialmente para las poblaciones autóctonas y para los esclavos africanos, las consecuencias del 4 de julio fueron exactamente lo contrario.

Liberados de las restricciones que les imponía Londres –y provocaron la revuelta- los colonos se lanzaron en una marcha arrolladora hacia el Oeste practicando un brutal genocidio de sus poblaciones, mientras intensificaron el tráfico esclavista y el comercio negrero que antes había controlado la Corona británica. Fue el temor al movimiento abolicionista en Inglaterra y para anticiparse a sus consecuencias inevitables la principal motivación de aquel “pequeño grupo de patriotas”.

Carente de la atención mediática que recibirán las celebraciones protocolares, este año se está produciendo, sin embargo, un importante suceso intelectual en Estados Unidos. Gerald Horne, profesor de historia y estudios afroamericanos de la Universidad de Houston, acaba de sumar dos nuevos textos a su extensa y brillante bibliografía sobre estas materias. El pasado abril la Universidad de New York publicó “The Counter-Revolution of 1776: Slave Resistance and the Origins of the United States of America”.Y ahora, a fines de junio, Monthly Review Press comienza a distribuir “Race to Revolution: The US and Cuba During Slavery and Jim Crow”.

Frutos de una acuciosa investigación ambos libros desmienten la leyenda del supuesto carácter revolucionario del 4 de julio. Los colonos se insubordinaron para evitar la emancipación de los esclavos y para dar rienda suelta a un agresivo expansionismo en beneficio exclusivo de la plutocracia de las Trece Colonias. Pero también encontraron una resistencia irreductible.

Sus víctimas, que eran las mismas en Norteamérica y en el Caribe insular, persistieron en su búsqueda de la libertad, en una lucha que los hermanó más allá de las diferencias lingüísticas y es, a pesar de la propaganda mentirosa que intenta en vano separarlos, el sustento profundo de su solidaridad. Ojalá alguien descubra, allá en la capital del Imperio, estas obras del profesor Horne. Y que encuentre tiempo para leerlas. Ahora que viene un largo weekend.

 

La imagen de las mil palabras

In Musica, Puerto Rico, US on November 22, 2013 at 1:43 pm

Ricky Mano

La mano de un gran puertorriqueño @ricky_martin, reclamando Libertad y Justicia para Óscar López Rivera  anoche durante la celebración en Las Vegas de los  Premios Latin Grammy.

Nacieron al mundo

In Cuba, Cuba/US, Cuban 5, Human Rights/Derechos Humanos, Poesía, Poetry, Politics, Social Justice, US on February 16, 2012 at 1:24 pm
Pudiera la cárcel maniatar amores
Más jamás pudiera apresar anhelos
Pudiera la cárcel secuestrar el cielo …
Pero nunca el vuelo de CINCO razones
Con alas de fuegos Pudieran la cárcel reprimir los besos
Pero no la boca que clama y no miente
Decretar la noche negra y largamente
Más llegará el día que anuncie el regreso
De cinco inocentes
Allá la justicia de crueldad se enferma
Pasan los cerrojos sombras homicidas
Maquillan con oro la burda mentira
Pero a estas verdades persiguen y apresan
Quien paga ese tiempo de la vil condena
Que aplicaron togas con almas vacías
No hay Dios que perdone tanta felonía
Que premia rencores y aplasta inocencias
 -Impúdica afrenta a la luz del día-
Más, si en esa cárcel con rabia sus nombres
Quisieron quebrarlos con odio profundo
Pensando un silencio y olvido rotundo
Se han equivocado, pues desde esa cárcel
Nacieron al mundo
Lázaro García mayo-08