Maggie Alarcón

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Una isla a la deriva

In Human Rights/Derechos Humanos, Politics, Politics, Puerto Rico, US on January 26, 2018 at 4:21 pm

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Especial para Punto Final

 Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

Con este título publicó Juan Bosch en 1944 un artículo en solidaridad con la lucha por la independencia de Puerto Rico. Fue uno de los incontables trabajos periodísticos, políticos y literarios que el gran escritor dominicano produjo durante su prolongado exilio habanero, varios de los cuales dedicó a la causa de la isla hermana.

Pese al tiempo transcurrido, casi ya tres cuartos de siglo, texto semejante, con idéntico título, podría escribirse hoy: “A la deriva por los mares de la historia, sin rumbo, sin destino, va Puerto Rico: desde hace cuatro siglos y medio”.

Ahora habría que agregar que la situación es peor y la isla, azotada por feroces huracanes, sobre todo el más reciente y brutal llamado Donald Trump, encara un momento decisivo de su historia.

Entonces, cuando Bosch redactó su hermosa profecía,  gobernaba en Washington Franklin Delano Roosevelt quien prometía al pueblo norteamericano un nuevo trato que beneficiase a los trabajadores y a los pobres y a los pueblos del Continente ofrecía una política de buena vecindad. Pero sus promesas no le sobrevivieron.

Hace ya mucho tiempo que ambos proyectos fueron reducidos a cenizas, barridos por el capitalismo salvaje y el belicismo desenfrenado que han practicado, de un modo u otro, con matices secundarios, todas las Administraciones estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial.

En los años cuarenta Luis Muñoz Marín y su Partido Popular Democrático (PPD) todavía abogaban por la independencia de la Isla. Más tarde relegarían a un plano secundario la cuestión fundamental de la soberanía nacional y darían paso, con el patrocinio de Washington, al llamado “estado libre asociado” (ELA), torpe disfraz que en nada cambió la cruda realidad colonial.

Gracias a exenciones tributarias y otros privilegios el territorio fue inundado por capitales norteamericanos desplazando a los productores locales e impulsando una emigración masiva hacia el norte. Cuantiosas inversiones en la infraestructura le dieron un aire de modernidad y la propaganda imperial no escatimó esfuerzos para vender a la hermosa isla como un paradigma, un modelo para el resto del Continente.  Paralelamente llenaron el pequeño territorio de bases e instalaciones militares convirtiéndolo en un verdadero fortín que fue pieza clave para su política agresiva e intervencionista en todo el Continente.

Esa propaganda logró ocultar, al mismo tiempo, dos aspectos decisivos para entender la realidad puertorriqueña. Por un lado la persecución y represión sistemática contra el movimiento patriótico, muchas veces violenta y abierta, otras, encubierta y más o menos sutil, pero siempre avasalladora. Y por el otro el rechazo de Washington a todas y cada una de la peticiones del pueblo puertorriqueño, incluyendo el PPD, para modificar la relación colonial y hacerla menos lesiva a sus legítimos intereses.

En rigor el ELA fue un embuste desde su nacimiento.  Jamás hubo una “asociación” entre Puerto Rico y Estados Unidos y llamar “libre” al engendro así creado era, además de una afrenta a su víctima, el pueblo boricua, un grosero insulto al lenguaje.  Todos los esfuerzos promovidos desde la isla para alcanzar espacios de autonomía fracasaron ante la insolencia imperial.

Con el paso del tiempo la metrópoli colonial también fue cambiando.  Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica y militar del planeta pero su dominio ya no es absoluto, indiscutido, como lo fue al concluir la Segunda Guerra Mundial.  Tuvo que eliminar varias disposiciones importantes que había favorecido a sus inversiones en la isla y estas fueron en busca de otros mercados más lucrativos.

El modelo económico impuesto a la colonia terminó en un fracaso estrepitoso y las autoridades locales debieron reconocer su incapacidad para pagar la deuda pública de más de 70 mil millones de dólares y se afanaron inútilmente en busca de una solución imposible para un país sometido totalmente a un poder extranjero.

Carente de soberanía propia a Puerto Rico se le cerraron todas las posibilidades de negociación para enfrentar un problema que encaran todos los días los países independientes.  En Washington  el Congreso y la Administración se pusieron de acuerdo para establecer una llamada Junta de Control Fiscal la cual es hoy la verdadera autoridad que administra el territorio y cuya tarea es obligar a los puertorriqueños a pagar lo que supuestamente deben imponiendo para ello draconianas medidas de austeridad que aumentaron el desempleo, eliminaron servicios sociales básicos e incrementaron la emigración.

Por si fuera poco la isla fue azotada por dos huracanes de gran intensidad, Irma y María, sobre todo este último que la arruinó casi por completo.  Se calculan en más de 90 mil millones de dólares las pérdidas ocasionadas por estos fenómenos meteorológicos.  Miles de familias perdieron sus viviendas y cuatro meses después una gran parte de la población no tiene electricidad ni agua potable, muchas escuelas no han reiniciado sus actividades y nadie sabe cuándo ni cómo se recuperará la infraestructura derrumbada.

Ni siquiera se sabe con precisión cuántas personas perdieron la vida como consecuencia del paso de María.  Investigaciones periodísticas independientes calculan que pasan de mil.

Más de 200 mil han buscado refugio en Estados Unidos en una ola migratoria que no parece detenerse.

Para colmo llegó Trump. El insólito personaje, que nada ha hecho siquiera para aliviar la tragedia boricua, no sólo recordó que hay que reembolsar la supuesta deuda sino que impulsa una reforma tributaria que, entre otras cosas, grava con un 20% los productos procedentes de la isla con lo que hará de la recuperación económica una quimera irrealizable.

En medio del desastre resulta conmovedor el empeño del pueblo por reconstruir su país, sin ayuda federal y frente a la corrupción  y la torpeza de quienes dicen representarlo.

Parece cumplirse lo que Juan Bosch anticipó hace tanto tiempo.  A la hora del naufragio serían  los trabajadores, los desposeídos, los de abajo, finalmente unidos en el dolor y la esperanza, los únicos capaces de salvar la Patria.

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La OEA y otras infamias

In Politics on July 10, 2017 at 11:50 am

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

Una vez más fracasó la OEA. Pese a las presiones de Washington y las febriles maniobras de Luis Almagro no pudieron condenar a la Venezuela bolivariana y chavista en su reunión en Cancún, México. Para ello había sido convocada en el balneario mexicano.

Para eso y nada más. Se le ordenó ejecutar un fratricidio y al mismo tiempo ignorar los problemas reales que laceran a los pueblos supuestamente representados en el exclusivo hotel.

Del encuentro no salió una palabra sobre los niños de Ayotzinapa, ni sobre los periodistas asesinados, o los desaparecidos, o los inmigrantes acorralados, o las poblaciones originarias explotadas y perseguidas desde el Río Bravo hasta la Araucania, ni los obreros y estudiantes reprimidos por todas partes. Nada acerca del golpe de estado en Brasil. Ni siquiera una queja por el infame muro de Trump. Se les exigió sólo apuñalar por la espalda a un estado que a nadie ha causado daño y algunos lo hicieron sin pestañear.

El Imperio consiguió el apoyo de un grupo impresentable en el que figuraban golpistas y pseudodemócratas, corruptos y represores que tienen en común el rechazo de sus pueblos. Todos los que se conjuraron para condenar a Venezuela deben afrontar al interior de sus fronteras la oposición creciente de los trabajadores, los jóvenes y muchas más víctimas del modelo neoliberal que es intrínsecamente injusto, antidemocrático y servil al dominio extranjero.

Ninguno de ellos ha sido capaz de censurar la abierta intervención imperialista ni de solidarizarse con un pueblo hermano. El Gobierno bolivariano, en contraste evidente, no sólo ha sacado de la miseria a millones de sus ciudadanos sino que además ha dado muestras de ejemplar solidaridad para con los demás pueblos de la región.

Lo ocurrido hace recordar los años Sesenta del pasado siglo cuando Estados Unidos empujó a una mayoría a convertirse en cómplices de la agresión militar y el bloqueo contra Cuba. Ahora la historia parecía repetirse, aunque con algunas diferencias que vale la pena destacar.

Salta a la vista ante todo la actitud del país anfitrión. Cuando se actuó contra Cuba la diplomacia mexicana mantuvo su rechazo solitario y digno. Ahora fue protagonista en la maniobra contra la Patria de Bolívar. Otros, hace medio siglo, tuvieron al menos la prudencia de abstenerse. Entre estos últimos estuvo Chile gobernado por Jorge Alessandri y la derecha conservadora y que hoy bajo una coalición que se dice democrática se sumó sin reparos al alevoso ataque.

La diferencia más notable, entre los dos resultados, sin embargo, estriba en que, pese a todo, los yanquis no pudieron alcanzar la mayoría requerida. No pudieron porque lo impidió un conjunto de países que no eran miembros de la OEA, pues aun estaban sometidos al colonialismo, cuando Cuba fue condenada en Punta del Este.

Los países caribeños, estados jóvenes y de territorios y recursos limitados, siguieron políticas verdaderamente autónomas desde el momento en que asumieron su soberanía. Cuando la obtuvieron establecieron vínculos de respeto y amistad con la Isla asediada y se negaron a plegarse a la política anticubana.

Ahora se unieron a otros que en el Continente siguen resistiendo la ofensiva imperial para evitar un nuevo crimen contra Venezuela.

En los años Sesenta Washington además del garrote ofrecía una zanahoria. Hablaban entonces de una pretendida nueva relación, que bautizaron como “Alianza para el Progreso” y que pronto se disolvió en la nada y desembocó en el agujero negro de las peores tiranías.

Es francamente patético el espectáculo denigrante de unos gobernantes, algunos sobrevivientes -herederos- de aquellas dictaduras, obedientes a la voz de mando de quien desde la Casa Blanca los humilla y desprecia y ya no les ofrece siquiera la olvidada zanahoria.

Pero resulta esperanzador ver a los más pequeños rebelarse y actuar con dignidad.

 

Especial para Por Esto!

Trump: Thunder and Traps

In Cuba/US, Politics, Politics, US on July 3, 2017 at 11:57 pm

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By Ricardo Alarcón de Quesada

Much has been said and will be said about the grotesque show that took place in Miami on June 16 and the lies and threats against Cuba there pronounced. Trump’s speech, incoherent and clumsy like all of his, made at least two things clear: he will do all he can to harden US policy toward Cuba, canceling the timid steps that his predecessor had taken and [the fact that] the current President is an irremediable liar.

It is customary there in the North to mix politics with spectacle, information with entertainment, even if, as in this case, in terrible taste. For those who look at it from the outside, a good dose of Cartesian doubt is advisable and prudence is necessary to avoid being confused. Especially if it’s about what someone says like the quirky occupant of the White House.

Congresswoman Barbara Lee, a tireless fighter for justice and civil rights, was right to reject Trump’s speech. She stressed the importance of fighting to prevent specific regulations which would translate the presidential directive into mandatory rules that are even more damaging to peoples of the two countries. There, on that very day, there was evident proof of the correctness of her concern.

In his speech, Trump announced that he would issue a new executive order to replace the one already repealed that had guided Obama’s policy in its last two years. There in front of everyone, he added his signature to the document that appears on the official site of the White House, but which nobody read.

What he said does not correspond exactly with what he signed and the latter is what counts, because it has legal force and will guide the conduct of his administration. The contrast is evident, for example, in the case of remittances many Cubans on the island receive from their relatives residing in the United States. According to the speaker in Miami, such remittances would continue and would not be affected.

But right there, in the same act, without hiding, he signed an order that says exactly the opposite. On this issue of remittances, the document entitled “Presidential Memorandum for the Strengthening of The United States Policy towards Cuba,” which Trump signed and which was publicized by the White House. The fine print states that there would be millions of Cubans living on the island who would not be allowed to receive remittances.

In Section III, subsection (D), the definition of “prohibited officials of the Government of Cuba” is now extended to cover not only the leaders of the Cuban State and Government, but its officers and employees, the military and civilian workers of the Armed Forces and the Ministry of the Interior, the cadres of the CTC, of the trade unions, and the Defense Committees of the Revolution. Professor William M. Leogrande estimates that this would be more than one million families.

Trump boasted that he would drop all Obama’s moves and he probably intends to do so.
But he knows that this contradicts the interests and opinions of some business sectors linked to the Republican Party and that is why he hides behind aggressive rhetoric and often undecipherable jargon. With regard to the issue of Cubans and remittances he had no choice but to use his favorite weapon: the lie.

We must now see how they write and apply this new order that seeks to punish the Cuban population as a whole.

Translated and edited by Walter Lippmann.
http://walterlippmann.com/trump-thunders-and-traps/

Venezuela “almagrada”

In OAS/OEA, Politics, Venezuela on April 28, 2017 at 10:51 am

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

Según el Diccionario de la Lengua Española el vocablo “almagrar” equivale a “infamar” y en tiempos remotos aludía “entre rufianes y valentones” a “herir o lastimar de suerte que corra sangre.”

Es obvio que el actual Secretario General de la OEA, cabecilla de una institución de tan ingrata memoria en la historia continental, parece convencido de que es posible regresar al pasado y revivir los fueros perdidos. Guarda extraño apego al ya desusado sentido de su nombre. En su delirante empeño lo acompaña una banda de caínes dispuestos a hacer lo que ordene el Imperio que inventó la OEA y la ha empleado siempre como herramienta favorita. Un Imperio que, para colmo, está ahora en manos de la más descocada arrogancia.

Se valen de la colosal maquinaria para engañar y denigrar que se hace llamar “medios de comunicación” aunque no son otra cosa que instrumentos para mantener la dominación sobre nuestros pueblos.

Es así como silencian los desmanes que contra el pueblo cometen día y noche sus pandillas tarifadas al tiempo que calumnian y promueven el odio contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro, el obrero que fue elegido democráticamente por los venezolanos.

Hace más de medio siglo intentaron hacer lo mismo contra Cuba y fracasaron estrepitosamente.

Ahora serán derrotados otra vez. No podrán contra el noble pueblo de Bolívar y Chávez que resiste y lucha para salvar la obra revolucionaria que dio a millones, por primera vez, educación, salud, vivienda y empleo y rescató para siempre la dignidad nacional.

Pero ese pueblo sufre una agresión criminal que lo hiere y hace sangrar. Cruzarnos de brazos sería indecente. No vivimos en el Medioevo. América Latina y el Caribe tienen que rebelarse contra la infamia. Es la hora de “desalmagrar.”

Tomado de Por Esto!

Salvar a Venezuela

In CELAC, History, Politics, Politics on April 21, 2017 at 2:03 pm

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

La hostilidad del imperialismo estadounidense hacia la Revolución Bolivariana ha sido permanente y multiforme desde que Hugo Chávez resultó electo Presidente. Según avanzaba el proceso de transformaciones sociales promovido por Chávez, siempre respetando las normas constitucionales y la legalidad, el Imperio ensayaba nuevas acciones agresivas violatorias del Derecho Internacional.

La obra revolucionaria rescató a millones de venezolanos de la pobreza absoluta y la miseria, puso fin al analfabetismo, garantizó a todos y todas el acceso a la educación y la atención médica gratuita, les devolvió, en fin, la plena soberanía.

Venezuela ha cambiado sustancialmente. Sus grandes riquezas naturales, por primera vez en la historia, no son para el disfrute exclusivo de una minoría, sino que han sido y son redistribuidas para beneficio de las amplias masas. Pero ha sido una marcha cuesta arriba sorteando obstáculos de todo tipo.

Defender lo mucho que ha logrado y seguir conquistando mayores cotas de justicia constituye un perenne desafío para el pueblo del Libertador. Intentos de golpe de estado, “huelga” petrolera, sabotajes, sanciones económicas, diplomáticas y políticas, amenazas militares y una descomunal, multimillonaria, propaganda para aislarla y pretender justificar la intervención foránea, han sido el pan de cada día impuesto a un pueblo que, en contraste, no sólo no ha atacado ni dañado a nadie sino que se convirtió, al mismo tiempo, en ejemplo de fraternidad para con los otros pueblos del Continente.

Porque si Venezuela ha cambiado mucho, el Imperio no ha cambiado nada. Ayer, Obama, sin temor al ridículo, determinó que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Ahora Trump blande contra ella la llamada Carta Democrática Interamericana, cuyo texto debemos suponer que no ha leído pues, como se ufana en proclamarlo, el actual mandatario detesta la lectura.

La muerte de Hugo Chávez fue un golpe doloroso que estremeció a su país y al mundo. Desde Bolívar nadie hizo tanto como él por la emancipación de su pueblo, nadie supo hacer de Venezuela paradigma de solidaridad humana y auténtica democracia. Dedicado a su causa hasta el último aliento, antes de despedirse, Chávez propuso como a su sustituto y continuador a Nicolás Maduro, su mejor discípulo, un joven obrero y cercano colaborador, quien, en aquellas dramáticas circunstancias y enfrentando a una poderosa maquinaria de difamación y odio en su contra, resultó vencedor en las elecciones generales.

El gobierno de Maduro no ha conocido un instante de respiro. A la drástica caída en los precios del petróleo en el mercado internacional se ha unido la guerra económica desatada por Washington y en la que participa abiertamente la oligarquía local que especula con las limitaciones materiales y provoca escaseces y malestar. Estos fueron los factores principales que permitieron a la oposición obtener una mayoría de escaños en la Asamblea Nacional.

Hay que recordar que desde la primera elección de Chávez como Presidente en Venezuela se han realizado más elecciones, plebiscitos y otras consultas populares que las que hayan podido efectuarse en los países del Hemisferio que cínicamente quieren erigirse en jueces de la situación venezolana. En la mayoría de esos ejercicios democráticos vencieron las fuerzas del chavismo y cuando no fue así los resultados fueron aceptados por Chávez y por Maduro.

Conviene recordar asimismo que ganar o perder transitoriamente la mayoría de los miembros del órgano legislativo no significa ganar o perder el gobierno en los países de América Latina. Tampoco lo es en Estados Unidos: si tal cosa rigiera en el vecino del Norte la lista de Presidentes despojados de sus cargos sería interminable: por ejemplo Clinton, Bush y Obama, para sólo mencionar los más recientes en una bicentenaria tradición en la que resulta normal ejercer la jefatura del Estado contando con una minoría parlamentaria. Para no hablar de Trump cuya presidencia no es cuestionada -aunque Hillary Clinton lo superó por más de tres millones de votos- y ostenta el mayor índice de desaprobación del que haya memoria en aquel país.

No debe olvidarse, sobre todo, el carácter subversivo, anticonstitucional, proclamado sin ambages por Henry Ramos Allup cuando, al asumir la dirección de la Asamblea, anunció un plan para expulsar de la jefatura del Estado a Nicolás Maduro en seis meses. No formuló un programa legislativo, anunció un golpe de estado. Desde entonces no ha hecho otra cosa que alentar el caos y la inestabilidad institucional.

La OEA en cueros

La conducta ilegítima e irresponsable de la oposición lejos de sumarle apoyo interno ha generado la creciente resistencia de un pueblo que, más allá de las ideologías, necesita y desea la paz y la convivencia frente a la agresión externa. Para derrocar al Gobierno legítimo había que recurrir al exterior y buscar en Washington lo que no pueden encontrar en Caracas.

Entonces aparece, nada más y nada menos, que la llamada Organización de Estados Americanos (OEA) y su insólito Secretario General, Luis Almagro.

La historia del “ministerio de colonias yanquis” es sobradamente conocida. Hace más de un siglo, ante los primeros pasos para crear el “panamericanismo”, José Martí advirtió el peligro y llamó a pelear por la independencia verdadera de Nuestra América.

Para Almagro –o sea para el Imperio- el único problema en el Hemisferio es Venezuela. Su enfermiza obsesión antibolivariana los ha arrastrado al punto increíble de dar una suerte de golpe de estado dentro de la propia institución, desconociendo a sus propias autoridades –al representante de Bolivia, Presidente del Consejo Permanente y Decano de sus embajadores y al Vicepresidente que es el representante de Haití- para imponer su estrategia antivenezolana.

Si la OEA tuviese un mínimo de seriedad no le alcanzaría el tiempo para ocuparse de los problemas reales del Continente.

La represión masiva contra los latinoamericanos en Estados Unidos; el infame muro de Trump y sus medidas de proteccionismo comercial; la vergonzosa destitución de Dilma Roussef; la constante aparición de cementerios clandestinos en México y otros lugares; los asesinatos cotidianos de periodistas; los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa, las niñas muertas en Guatemala, el incendio del Parlamento paraguayo; las huelgas y protestas populares en Argentina, Brasil y otros países, son parte del largo temario que interesa a los pueblos pero que no existen para Almagro ni para el dócil rebaño que lo sigue.

Porque la OEA no fue creada para bregar con la realidad. Nunca ha sido otra cosa que instrumento para la dominación imperial. Que a estas alturas echen mano a la vieja y desprestigiada herramienta, pisoteando incluso sus reglas y procedimientos, es un llamado de alerta. La agresión imperialista está en marcha y debemos detenerla.

El crimen se está cometiendo a la luz del día, a la vista de todos y contemplarlo en calma sería una complicidad imperdonable.

Urge multiplicar la solidaridad. Hay que salvar a Venezuela.

 

Publicado originalmente en Punto Final

Todos somos ecuatorianos

In Ecuador, Human Rights/Derechos Humanos, Julian Assange, Politics, Rafael Correa on March 29, 2017 at 3:29 pm

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Especial para POR ESTO!

Por Ricardo Alarcón de Quesada

“Todo se puede comprar menos el corazón” proclamó en Guayaquil el candidato Lenin Moreno al cierre de su campaña que culminará el 2 de abril con el balotaje para decidir quién será el próximo Presidente del Ecuador. Ya el ex Vicepresidente había derrotado a todos los demás en las elecciones de febrero en las que logró una votación aplastante y estuvo a unos pocos votos de obtener la mayoría requerida -40%- para evitar una segunda vuelta.

Entonces algunos voceros de la oligarquía amenazaron con “incendiar Quito” si era proclamado vencedor quien superó en un millón de votos al banquero Guillermo Lasso, personaje éste de ingrata memoria, ex Ministro directamente vinculado al desastre que en 1999, entre otras cosas, eliminó el sucre como moneda propia forzando la adopción del dólar como signo monetario local y condujo a la fuga en masa de unos dos millones y medio de ecuatorianos lanzados súbitamente a la pobreza.

El próximo domingo los ecuatorianos deberán decidir si regresan a aquella etapa dolorosa o continúan avanzando por el camino de la Revolución Ciudadana iniciado por el Presidente Rafael Correa hace diez años con un saldo muy importante en cuanto a una más justa redistribución del ingreso nacional, que sacó de la miseria a dos millones de personas y muestra progresos notables en materia de educación y salud pública, una admirable obra en caminos, transporte y comunicaciones y sobre todo, el rescate de la soberanía nacional y un Gobierno limpio y dedicado al beneficio de las mayorías. Nadie hizo tanto en tan poco tiempo por la justicia en uno de los países más desiguales de la Tierra y debió hacerlo en condiciones muy difíciles como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, un terremoto descomunal y otras calamidades naturales.

Una feroz y multimillonaria campaña mediática se empeña en confundir al pueblo, promover la amnesia colectiva y arrastrarlo a votar contra sí mismo. Toca a los ecuatorianos decidir.

Pero lo que está en juego va más allá del pequeño y hermoso país. El próximo domingo Ecuador estará, literalmente, en el centro del mundo. Allá se decidirá también el futuro de una América Latina emancipada frente a un Imperio que busca restaurar su maltrecha hegemonía.

Hillary´s Hour

In History, Politics, Politics on October 27, 2016 at 1:42 am

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By Ricardo Alarcón de Quesada

It´s less than a month to the US elections and it is still possible that Donald Trump turns out to be the winner. Such a scenario is regarded with astonishment and concern by those in the United States who still believe in their institutions.

When he began his campaign, very few people took seriously the aspirations of the millionaire who synthesizes the two qualities that ––in the words of Octavio Paz– define imperialist behavior: arrogance and ignorance. He displayed both when he faced the other Republican contenders and now against Hillary Clinton. All along that path he has tried to show himself, demagogically, as if he were an enemy of the “establishment” and the spokesman for its victims.

It is enough to read his proposals to understand that he is blatantly lying. His tax reform plan would benefit only those who concentrate wealth and hurt those who live on their wages. To make matters worse, – a unique case in American history– he refuses to disclose his income tax reports to the Internal Revenue Service and, last but not least, he has boasted of not having paid taxes for years. Al Capone was sent to prison for that crime. But Trump is still freely touring the country where thousands of enthusiastic supporters applaud.

Everywhere, day after day, he repeats a message of hatred, prejudice and violence. There is a long list of those who are subjected to his insults and threats: Mexicans and women, Muslims and people with physical disabilities, immigrants and the LGBT community, those who advocate limiting the arms trade, and those who fight against pollution, as well as an endless list that includes Republican politicians who distance themselves from his ultra-reactionary speech and foul language.

On a couple of occasions he suggested the assassination of Hillary Clinton; and in the debate with her, before millions of viewers, he threatened with her imprisonment if he reached the presidency.

In any country in the world, and in the United States in normal situations, a similar character would lose any election and –most likely– be held in a penal institution or in an asylum. Trump, incredibly, has been the focus of the election campaign and –although many criticize him– he has the support of millions of voters.

The only way to defeat him is Hillary Clinton, the first woman in history with a chance of being elected. The difference is abysmal. Barak Obama did not exaggerate when he said she was more prepared to be President than he –Obama– or her husband, Bill Clinton.

Hillary has a long political career from her early years and has always been seen as an enemy by the most conservative groups who have unleashed a fierce campaign against her in which slander abounds. She has made mistakes –some of undoubted importance– and reprehensible concessions. She did not always remain faithful to her ideals of her youth. But the same can be said of any US politician and none other has been subjected to such relentless scrutiny by the media – those of the large corporations and many others circulating in the digital universe. These have examined her life in detail and cannot accuse her of having committed any crime. The biggest charges against her are having embraced neo-liberalism –as did almost all in her party– and having implemented, as Secretary of State, the warmongering line of the White House.

The United States remains the most powerful country in the world but its society is going through a deep crisis. Frustration and discomfort dominate US citizens who are increasingly skeptical of their politicians. Donald Trump manipulates the situation and does it appealing to the racism, brutal individualism, stupidity and violence that have been present –since its origin– in the nation that believes it is superior to the rest of the world. His candidacy has brought out the worst in the US and has turned it into an organized political force.

Hillary does not represent a revolutionary alternative. Choosing her will not produce the radical transformation of US society. But right now she is the only hope to stop barbarism.

It is possible to beat Trump. But it needs to be a crushing defeat: a landslide of votes that puts this unprecedented demagogue out of action, and also allows the start of a new stage where “Trumpism” can be defeated, because it is a disease that corrodes US society and threatens humanity.

 

 A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.

 

Tom Hayden PRESENT

In History, Politics on October 26, 2016 at 12:45 pm

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By Ricardo Alarcón de Quesada

Where to begin? What can one say faced with the difficult news of his death?

We worked together, at a distance, on the new edition of “Listen
Yankee! Why Cuba matters” outcome, in part, of long conversations
between two old friends, and to an extent in part, a sort of for
handed memorie.

Because our friendship remained intact since the 1960´s when we each
headed glorious organizations, Students for a Democratic Society (SDS)
and the Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

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Our ideals and our struggle united us and above all the headstrong
conviction that a better world was possible and that it was something
worth dedicating one’s life to achieve.

There is so much that must be said about Tom Hayden. The long road
that so often sent him to jail from the days when he marched in the
South to defend the civil rights of black people to finding himself at
the helm of the movement against the Viet Nam war with its seminal
moment at the insurgence of the youth movement in Chicago in 1968. A
road that led him to occupy elective posts never abandoning the dreams
of his youth.

Because for him the 60´s were never a thing of the past and one can
never reference those everlasting years without mentioning him

He had a large body of published works, books, essays, and speeches
from the Port Huron Statement, functional manifesto for SDS to his
texts on Afro-American rebellion in New Jersey, to his most recent
works, where his solidarity with Cuba was ever present, and where his
struggle for the freedom of the Cuban Five saw no bounds.

His life and his ideas will continue being an inspiration to the new
generations. He was, is and always will be, what the founder of the
FEU in Cuba always wanted, an eternal young rebel.

Until victory onward Tom, comrade in arms, comrade.

La hora de Hillary

In Politics, Politics on October 17, 2016 at 2:59 pm

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

A menos de un mes de las elecciones norteamericanas aun es posible que Donald Trump resulte el ganador. Semejante escenario es contemplado con asombro y preocupación por quienes en Estados Unidos creen todavía en sus instituciones.

Cuando inició su campaña pocos tomaron en serio las aspiraciones del millonario que sintetiza las dos cualidades que para Octavio Paz definían la conducta imperial: arrogancia e ignorancia. De ambas hizo ostentación cuando enfrentó a los otros contendientes republicanos y ahora contra Hillary Clinton. A todo lo largo de esa trayectoria ha tratado de presentarse, demagógicamente, como si fuese un enemigo del “establishment” y portavoz de sus víctimas.

Basta leer sus propuestas para comprender que miente descaradamente. Su plan de reforma impositiva beneficiaría sólo a los que concentran las riquezas y perjudicaría a los que viven de su salario. Para colmo, caso único en toda la historia norteamericana, se niega a divulgar sus informes al Servicio de Rentas Internas, y por si fuera poco, ha alardeado de no pagar sus impuestos durante años. Al Capone fue enviado a la cárcel por ese delito. Pero Trump sigue recorriendo libremente el país donde lo aplauden miles de entusiastas seguidores.

Por todas partes, día tras día, repite un mensaje de odio, prejuicios y violencia. Es larga la lista de quienes son objeto de sus insultos y amenazas: los mejicanos y las mujeres, los musulmanes y quienes padecen discapacidades físicas, los inmigrantes y la comunidad LGTB, los que abogan por limitar el comercio de armas y quienes luchan contra la contaminación atmosférica y un interminable etcétera que incluye a los políticos republicanos que toman distancia de su discurso ultrarreaccionario y su lenguaje procaz.

En un par de ocasiones sugirió el asesinato de Hillary Clinton y en el debate con ella, ante millones de televidentes, la amenazó con encarcelarla caso de llegar él a la presidencia.

En cualquier país del mundo, y en Estados Unidos en situaciones normales, un personaje semejante perdería cualquier elección y probablemente sería recluido en una institución penal o en algún sanatorio. Trump, increíblemente, ha sido el centro de la campaña electoral y aunque muchos lo critican, tiene el respaldo de millones de electores.

La única posibilidad de derrotarlo es Hillary Clinton, la primera mujer en la historia con posibilidades de ser elegida. La diferencia entre ambos es abismal. No exageró Barak Obama cuando dijo que ella estaba más preparada que él -Obama- o su marido -Bill Clinton- para ejercer la presidencia.

Hillary tiene una larga trayectoria política desde sus tiempos juveniles y siempre ha sido vista como una enemiga por los grupos más conservadores que contra ella han desatado una campaña feroz en la que abundan las calumnias. Cometió errores, algunos de trascendencia indudable, hizo concesiones censurables, no siempre se mantuvo fiel a sus ideales de juventud. Pero lo mismo puede decirse de cualquier político norteamericano y ninguno ha sido sometido como ella al escrutinio implacable de todos los medios de comunicación -los de las grandes corporaciones y también los otros que circulan en el universo digital- que han examinado su vida al detalle y no pueden acusarla de haber cometido crimen alguno. El mayor cargo contra ella es haber abrazado el neoliberalismo como hicieron casi todos los de su partido y haber aplicado, como Secretaria de Estado, la línea belicista de la Casa Blanca.

Estados Unidos sigue siendo la potencia más poderosa pero su sociedad atraviesa una profunda crisis. La frustración y el malestar predominan en una ciudadanía cada vez más escéptica ante sus políticos. Donald Trump manipula esa situación y lo hace apelando al racismo, el individualismo brutal, la estulticia y la violencia que han estado presentes, desde su origen, en la nación que se cree superior a todo el mundo. Su candidatura ha sacado a flote lo peor de Norteamérica y lo ha convertido en una fuerza política organizada.

Hillary no representa una alternativa revolucionaria. Elegirla no producirá la transformación radical de la sociedad norteamericana. Pero en este momento ella es la única esperanza para detener la barbarie.

Es posible vencer a Trump. Pero hace falta que sea una derrota aplastante, una avalancha de votos que no solo ponga fuera de combate al inaudito demagogo sino que permita iniciar una etapa nueva en la que pueda ser derrotado también el “trumpismo”, esa enfermedad que corroe a la sociedad norteamericana y amenaza a la Humanidad.

Stanley Scheinbaum: A Quixote of the 20th Century

In Politics on October 4, 2016 at 12:30 pm

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By Ricardo Alarcón de Quesada

On Monday, September 12, at 96 years of age, Stanley K. Sheinbaum died in his California home. I want to add these lines to the tribute that he will surely receive from many everywhere. Despite his advanced age and ill health his friends will never find comfort for his departure. Because Stanley belongs to the category of those Bertolt Brecht called the essential who struggle all their lives.

From his New York childhood during the Great Depression until the era of the global dominance of US plutocracy he walked a long path that led him not only to travel across his country but also to know the rest of the world. He learned to be interested, as were few of his countrymen, in the conflicts and problems of others and to get involved and take sides, “trying to create a little peace and justice in this unjust world” as he wrote in his memoirs published five years ago (A 20th Century Knight’s Quest for Peace, Civil Liberties and Economic Justice).

He discovered in 1959 that the program he led at Michigan State University was a covert CIA activity, and became the first person who publicly denounced the illegal actions of the CIA inside the United States.

In the 1960s he articulated the campaign for the release of Andreas Papandreou, imprisoned by the military junta in Greece. He led the movement for raising the necessary funds for the defense of Daniel Elsberg, arrested in 1971 for revealing the so-called Pentagon Papers on the aggression to Viet Nam. This was an iconic fight with the outstanding participation of Leonard Boudin and his disciple the young Leonard Weinglass, both brilliant human rights and civil liberties activists. If it were not for Stanley, according to Ellsberg, “the trial would have been over, Nixon would have remained until the end of his term and the war would have continued.”

He promoted the work of the American Civil Liberties Union in Southern California to end racial segregation in schools and to combat the repressive methods of the LAPD as he led efforts against the apartheid regime of South Africa.

1988 he organized a group of American Jewish leaders who, on 6 December, met with Yasser Arafat in Stockholm, Sweden to start a process towards mutual understanding and peace in Palestine. The gesture won him many enemies. “For a while I was the most hated Jew in America … by other Jews” he wrote in his Autobiography.

He took a courageous stand in confronting police brutality and the Rodney King beating. He did so from his position on the Los Angeles Police Commission of the LAPD and on the streets of the city. “He was” –in the words of Afro-American Congresswoman Maxine Waters– “an extraordinary human being.”

He also addressed Cuba. He visited us here and we kept communication at a distance to the end. He opposed the blockade, fought for the normalization of relations, and was decisive in the battle for the liberation of our Five antiterrorists whose situation he helped publicize in the United States. What was announced on December 17, 2014, was also the result of his solidarity commitment that had rarely reached the major media headlines.

At the end of his life he could say: “I’m still interested; I still get involved; I still believe that tomorrow will be better. And so, I’m still very optimistic. If I have learned something over the years it is that it is not so important whether or not we win the battles. What is really important is that we continue waging the battles for justice, for equality, for fairness. “

 

Stanley keeps riding on.  

 

 

 

 A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.
http://walterlippmann.com/stanley-scheinbaum-a-quixote-of-the-20th-century/